La mujer noble francesa se destacaba socialmente por sus hermosas ropas y por llevar chal, el cual se convirtió en una prenda muy popular e infaltable en el guardarropa de la época.
Durante el siglo XIX las mujeres francesas debían destacarse socialmente por su belleza, de ahí que los hombres llevaban, en general, ropas de colores sobrios, como para pasar inadvertidos ante las damas.
Una de las prendas comunes en el uso masculino era la chaqueta entallada y abrochada, también los pantalones ceñidos, los calzones con medias y las botas. Un accesorio que acompañaba a los caballeros franceses era el sombrero semicircular llamado “chapeaux claques”.
En cuanto al vestuario femenino, las mujeres lucían vestidos confeccionados en lino o estopilla fina y solían usar pelucas de varios colores.
Durante estos años, la moda instauró cierto lenguaje o jerga que describía los estilos y los cortes de las ropas, es así que se hablaba de un vestido a la “Romaine”, a la “Philomele” o a la “Psyche”, éste último término hacía alusión a un vestido de falda amplia y mangas cortas.
Muchas de las tendencias y estilos en el vestir provenían del renacimiento clásico, el cual se había trasladado también a la arquitectura y al mobiliario.
Una de las prendas más utilizadas por las damas era el chal. Esta pieza se convirtió rápidamente en un complemento de uso popular en la época. Las mujeres lo usaban sobre los hombros, doblado sobre el brazo o bien enrollado en el cuello. Lo llevaban plegado en dos, en forma recta o en diagonal, a modo de triángulo y en varios colores y tamaños. Otros se anudaban al frente e iban bordados o con borlas.
Las mujeres usaban los chales en cualquier momento del año y para las más variadas ocasiones, siempre había una buena razón para enrollarse en uno.
Se confeccionaban en materiales diversos, los más comunes eran de seda, algodón, lana y encaje. Particularmente los de cachemir eran muy codiciados por la suavidad de su textura.
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